El Poblado
Como sucede en otros poblados aborígenes de Gran Canaria, el de Gáldar se sitúa en las laderas de un barranco, de manera que las casas y calles se van encajando en la pendiente de toba, hasta llegar al fondo de la vega. Las ruinas encontradas constituyen sólo una parte de lo que fue el Agáldar prehispánico, que ocuparía toda la ladera del barranco.
En este poblado encontramos cuevas y casas semisubterráneas. En el caso de estas últimas, lo primero que se necesitaba era preparar una superficie plana donde poder asentarlas. Para ello se tallaba la roca, en este caso la toba, de manera que esta quedaba parcialmente encajada en la ladera.
Tras esta operación de desmonte y explanación se procedía a levantar los muros. Los materiales empleados como aparejo eran, de modo general, bolos de basalto y similares de toba que se ajustaban con calzos de piedra y con argamasas de barro. La techumbre era plana y estaba constituida por un entramado de vigas de madera a veces dispuestas sobre una viga maestra. Encima de las vigas se colocaban de manera sucesiva lajas de piedra, un entramado vegetal y una capa de tierra apisonada.
Al interior se accedía por un estrecho corredor donde se encontraba la puerta, único hueco con que contaba la vivienda. Dentro, el espacio se organizaba en una pieza principal cuadrangular flanqueada por una o dos alcobas laterales cuyos muros estaban, en muchos casos, decorados con pintura.