Esta exposición ha sido concebida como un diálogo entre la Cueva de Altamira y la Cueva Pintada de Gáldar. Ese diálogo se establece entre dos espacios que a pesar de estar separados en el espacio, en el tiempo y en las formas de vivir en sociedad están unidos por que en ambos queda manifiesta la necesidad del ser humano de expresar lo trascendente a través de representaciones gráficas, sean figurativas o geométricas.

Esta exposición logra acercar a la Península Ibérica la cultura prehispánica grancanaria a través de un yacimiento como Cueva Pintada, articulado en torno a un conjunto troglodita que conserva la más rica y singular manifestación de pintura rupestre de la isla. El desafío de esta muestra reside en presentar una aproximación distinta, alejada del discurso más tradicional en el que se suelen realizar comparaciones de contextos similares, o, en cualquier caso, no tan alejados como el de Altamira y la Cueva Pintada. Dialogar a través de los objetos y de lo que estos representan en cada uno de los espacios y tiempos en los que fueron concebidos.